La enfermedad es salvaje. En su naturaleza brutal nos revela, sin pudor, nuestra fragilidad. Desde la penumbra, en el silencio, el dolor y el sufrimiento se deslizan con sigilo, iniciando una cacería lenta, implacable. Paso a paso, atacan el cuerpo, desgarran los tejidos, lo consumen con una paciencia feroz. José Libardo, con una prosa penetrante, disecciona el cuerpo como quien abre un abismo de emociones. Su escritura nos enfrenta a la esencia misma del cáncer: una bestia-como una hiena-que se ensaña con la carne, la muerde, la cercena, y no se detiene hasta llevarlo al límite.