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Mi nombre es Alina Kummerfeldt Quiroa. Nací en la ciudad de Guatemala, el 26 de octubre de 1989, a las 8:35 a.m. Desde el 2012, viví en Buenos Aires, Argentina, durante casi 12 años. Hace unos meses, regresé indefinidamente a mi país de origen. Estos son los datos más concretos sobre mi. En cuanto a la "biografía", para quienes escribimos poemas, esta puede sentirse como una jaula de literalidad. No deseo contribuir con asuntos con los cuales no simpatizo y que siempre me han causado incomodidad. A mi parecer, fomentan la cosificación, la comparación y el esfuerzo de convertir al animal humano en una utilidad, producto o máquina, alejándolo de su originaria pintoresca integralidad. Por esta misma razón, intento desglosar, desarmar o, mínimamente, abrir las limitaciones que una biografía puede llegar a establecer, asumiendo el riesgo de caer en otro género de pretensión. Me conformo con la idea de estar diseñando mis propios barrotes. Ser reina y soberana de este terreno lúdico y equívoco es suficiente para mí. No hay un solo "logro" que pueda presentarme ni siquiera vagamente. Una "trayectoria profesional y/ o académica" no cumple mis expectativas como vestimenta. Como buena exhibicionista del misterio, prefiero enumerar lo que se me ha prohibido en un currículum por ser "inservible", atributos que han tenido un valor más acertado en mi camino: Armé listas, excels y playlists. Desarrollé arquetipos visuales en minutos. Dibujé cartas, ejercité la intuición, intimé con extraños. Interpreté símbolos, "adiviné" signos, comprendí la sustancia de la información más normativa a través de códigos psíquicos. Estudié los trucos de los duendes y las ilusiones ópticas de los magos. Afilé el erotismo, invoqué la ternura, trabajé en el perdón. Me convertí en un imán de objetos exóticos y generé sistemas para desinfectar superficies. Abracé a personas en sus pasajes oníricos. Descubrí patrones infinitos, categorizando el mundo y mi mundo hasta tejer de lo "inconexo", un entramado de coincidencias. Inventé conexiones tan simbióticas como libres. Honré el extremo, enfrenté el abismo. Me obsesioné con algo o alguien hasta alcanzar la profundidad deseada. Visibilice el caos con gracia. Inauguré canales de comunicación no verbal ni gestual. Usé las palabras de manera instintiva e interdimensional. Acompañé en la transmutación de la tristeza. Supe conmover como una artesana de lágrimas. Aprendí a mudar de piel con la velocidad de los reptiles. A mis demás cualidades les proveeré otro silencio, y en cuanto a mis defectos: mi poesía los delata, y mi persona no los oculta demasiado.
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