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Creció como lectora voraz y, gracias a una familia llena de mujeres que adoraban la novela romántica, descubrió las historias de amor y nunca miró atrás. Cuando no está escribiendo, se la puede encontrar escuchando una de sus caóticas listas de reproducción, llorando con TikToks, comiendo por el Bay Area de San Francisco con su marido y su hijo o viendo la versión de 2005 de Orgullo y prejuicio.
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