El enfrentamiento entre el refinado y seductor Viejo Mundo, aunque cínico, corrupto y desgastado, y el vitalismo ingenuo pero basto de la riqueza del Nuevo Mundo fue uno de los temas recurrentes de Henry James. El contraste entre ambas culturas, la norteamericana y la europea, le proporcionó el material para novelas como Roderick Hudson (1875), El americano (1877), Los europeos (1878) y esta Daisy Miller (1878).
La historia comienza con el encuentro de dos norteamericanos en un hotel de la rígida y puritana Ginebra: un diletante que parece no decidirse por nada, expatriado en Europa, y una espontánea, coqueta y rústica heredera en viaje «cultural» con su familia. Ambos se sienten atraídos pero el joven Winterbourne reprime su interés ante el prejuicio de sus parientes y amistades por pertenecer Daisy a «la clase de norteamericanos que tenemos el deber de no aceptar». Se da la voz de alarma entre el arribista círculo social de norteamericanos establecidos en Europa y, por su indecisión, Winterbourne es también arrastrado a la implacable respuesta de esta moral colectiva que rechaza a Daisy Miller.
Ya en la distendida Roma, suceden nuevos acontecimientos y reacciones, y el lector se ve involucrado en desentrañar cómo Daisy encaja los distintos golpes que recibe, y cómo Winterbourne se debate entre la pusilanimidad, la culpa, el remordimiento y las ansias de entregarse a ella. Con maestría, James los retrata a ambos en una serie de toques finos, delicados y ambiguos, y traza figuras inolvidables. Daisy Miller -«una mínima mancha de color en movimiento», según afortunada expresión de Sergio Pitol- es una de las mejores figuras femeninas que narró James y penetra en su vida interior, en la profundidad de su decepción. Y Winterbourne encarna una de las características centrales de los personajes de James: la renuncia a sus impulsos vitales por no quebrantar las pesadas reglas sociales que los asfixian.
Los norteamericanos de su época pensaban que James mostraba su preferencia por Europa, pero posteriormente se le reconoció que más bien predominaba en sus novelas una visión negativa de esta, y que su cultura y refinamiento no estaban por encima de los valores humanos. Prueba cierta de esta sensibilidad de James es Daisy Miller.
«Desde luego en su obra, toda bajo el signo de la elusividad, de lo no dicho, de la esquivez, Daisy Miller se nos aparece como uno de los relatos más claros, con el personaje de una muchacha llena de vida, que explícitamente aspira a simbolizar el desprejuicio y la inocencia de la joven Norteamérica. Y sin embargo es un relato no menos misterioso que los demás de este introvertido autor, siempre entre la luz y la sombra».
Italo Calvino