En esta novela, que comienza en el siglo XIX y llega hasta nuestros días, vemos personajes como Isabel y Carmen que, desde la antigüedad, se odian y cada reencarnación provoca la muerte de la otra.
Siempre adversarios, Ruan y Diego caen en los mismos desencuentros. Egoístas y orgullosos, no pueden superar las malas tendencias o sus diferencias.
Creyéndose una víctima y pensando que todos deben ayudarla, Marisol juzga que su esposo y su familia han sido injustos y que le deben algo, y no los perdona. Sintiéndose impotente, Angelita salda deudas del pasado en el convento.
A pesar de su locura, Estela se siente agraviada porque su marido la ha echado de casa, en tiempos en que las mujeres carecían de independencia y recursos.
Y, por último, Lea, muy adelantada a su tiempo, reivindica la igualdad de derechos, la libertad, la independencia, el empoderamiento femenino, pero no puede vivir su gran amor con Yago porque se ve obligada a honrar un matrimonio concertado por su padre.
En la espiritualidad, estos y otros personajes se enfrentan a sus errores y la armonización por realizar. Se hace la planificación de la nueva reencarnación.
En los tiempos actuales, a través del libre albedrío, ¿pueden sus elecciones cambiar sus destinos? ¿Pueden hacer que adquieran más deuda o deshacerse de ella? Aunque no esté en los planes de esta vida, ¿es posible vivir un gran amor o perderlo por nuestras elecciones?
Después de todo, si nuestra historia la escribimos nosotros, siempre podemos comenzar un nuevo capítulo.