Henry Price, pintor inglés al servicio de la Comisión Corográfica, una expedición científica que recorre Colombia en 1850, va siguiendo el rastro de un misterioso y hábil artista local de cuya identidad apenas hay indicios y habladurías populares. Lo que empieza siendo un mero interés profesional -un artista fascinado por otro- acaba convirtiéndose en una obsesión, en una aventura filosófica y en un camino de aprendizaje para el pintor extranjero, que, en el curso de la expedición, acabará sumido en la vorágine política de la joven república.
Ésta es la premisa que echa a rodar Peregrino transparente, una novela imponente e hipnótica en la que vemos desfilar, proyectados en el telón del siglo XIX, todos los fantasmas del mundo contemporáneo: la geopolítica de las mercancías, el racismo como táctica de dominación global, las representaciones coloniales del trópico, la destrucción de la naturaleza a manos de un capitalismo irracional, pero también las utopías y la imaginación de posibles futuros para la especie humana.
Peregrino transparente, escrita con el pulso y la ambición de grandes clásicos como Zama, Moby Dick o El gran sertón, es una obra de singular virtuosismo -sólo al alcance de una voz en su punto exacto de maduración- capaz de mezclar géneros tan dispares como el ensayo artístico, la poesía, el wéstern o la literatura de aventuras.