Su notable talento quedó asociado a una posición: wing derecho. Así, Houseman, heredó de Oreste Omar Corbatta el apodo de Loco. Pero el mote atravesó los campos de juego y también se lo llamó de ese modo en función de una personalidad tan sorprendente como sus geniales gambetas. Su magia irrumpió en el Huracán del '73. Un año después, cautivó al mundo en Alemania '74. Pero casi tan rápido como se había encendido, su luz se apagó. Su espíritu autodestructivo provocó que su carrera se diluyera y hasta puso en peligro su propia vida. Su sentimiento villero lo distinguió. Criado en la villa del Bajo Belgrano, tomó como bandera sus raíces y conservó con orgullo esa condición, ya constituida en una forma de ser, más allá de cuál fuera su sitio de residencia. En este libro no se lo juzga ni condena, como tanta gente lo hizo. Sí se recorre la fascinante travesía por su vida, desmenuzando sus espectaculares hazañas, sus frustraciones más estruendosas y destacando las célebres "locuras" que lo condujeron, tanto al aplauso como al ocaso.
"A mi hermano no lo sacás de Belgrano ni con una grúa. Es un fiaca". Carlos Walter Cacho Houseman, hermano mayor de René.
"Los Houseman eran gente buenísima: muy pobres, pero si tenían que dormir en el suelo para darte un colchón, lo hacían sin pensarlo dos veces". Jorge Lulú Sanabria, amigo de la infancia y excompañero de René en varios equipos.
"Es la biografía del mejor jugador del mundo. Era el único jugador al que yo no le descubrí ningún defecto. En su plenitud, fue el mejor de todos". Carlos Babington, excompañero en Huracán y la Selección.
"Sigo creyendo que futbolísticamente no le falta nada más. Lo que le falta es lo otro: hacerse hombre, conocer la vida, ubicarse, tomar conciencia de lo que realmente es y puede llegar a ser dentro del fútbol". César Luis Menotti a la revista El Gráfico, agosto de 1974.